Desfile FW25: La cena que inspiró el desfile
Para esta colección titulada "Una invitación", la directora creativa Pelagia Kolotouros se inspiró en una fotografía de finales de la década de 1920, que capturó una cena a la que asistieron René Lacoste y su esposa, Simone. El resultado es un refinado ejercicio de estilo, repleto de detalles ocultos, y, por primera vez en la historia de la marca, una serie de piezas creadas especialmente para la noche.
Cena en el Hermitage, Le Touquet 1939, con Germaine, Edouard y Guy de Rothschild
©Archivos familiares Lacoste.
Más que un desfile: una historia en sí misma
Los años 1925 a 1930 estuvieron marcados por innumerables innovaciones culturales, artísticas y tecnológicas que abrieron un mundo de posibilidades para las mentes más audaces. René Lacoste fue una de ellas. Campeón francés de tenis, el joven registró múltiples patentes antes de lanzar su propia marca en 1933, centrada en un solo invento: el polo.
René Lacoste, el deportista; René Lacoste, el emprendedor; René Lacoste, el icono de la sociedad parisina... El desfile dio vida a estas tres facetas de una figura extraordinaria a través de looks masculinos y femeninos, tanto para el día como para la noche.
Ropa de día
Entre 1925 y 1930, el deporte comenzó a impregnar la vida cotidiana, influyendo en los cortes y tejidos de la ropa. Las prendas se volvieron más ligeras y fáciles de llevar. Una vez oculto bajo las capas, el suéter cobró protagonismo, presentando intrincados tejidos y patrones decorativos. La lana, la lona y el crepé liso se usaron con líneas fluidas, y la sastrería se simplificó.
La primera parte del desfile Otoño/Invierno 25 presentó ropa de día. Con tonos blancos —el color asociado al tenis, pero también a la arena, en un guiño a las pistas de tierra batida—, los looks de sastrería cobraron protagonismo, rindiendo homenaje a la faceta empresarial del fundador de la marca. Estos conjuntos destacaron la maestría de la Maison en sastrería, combinando tradición e innovación a través de ingeniosos detalles técnicos. Compartieron protagonismo con piezas más deportivas de inspiración tenística, como si René Lacoste acabara de terminar un partido. El blanco dominó la paleta de colores; los tejidos de punto se trenzaron; los jacquards se inspiraron en el movimiento dadaísta o presentaron un motivo «René» que... Evocaba la creatividad de los carteles vintage. Con cuellos vueltos, cuellos altos y diseños que reinterpretaban la estética de los deportes de velocidad, la visión creativa de Pelagia Kolotouros y su equipo era clara y precisa.
Las innovaciones de finales de la década de 1920 se fusionaron con las de la Maison moderna, combinando la elegancia minimalista con el rendimiento técnico.
Ropa de noche
Uno de los suéteres lucía un sutil escudo tono sobre tono: un diseño imaginativo adornado con el nombre "Lacoste", raquetas de tenis y el icónico cocodrilo. Este sirvió como hilo conductor entre los distintos looks y nos recordó que, tras la ropa de día, el desfile cerraba con la cena de René Lacoste.
A finales de la década de 1920 y principios de la de 1930, las cenas más codiciadas solían ser ofrecidas por figuras prominentes que decoraban sus invitaciones con escudos familiares. Las mujeres de la casa desempeñaban un papel fundamental, organizando cuidadosamente todo, desde la lista de invitados y el menú hasta los temas de conversación, los juegos, los bailes y el entretenimiento.
René y Simone Lacoste, rodeados de la élite de la industria y las mentes más vanguardistas del deporte, el arte y la literatura, fueron unos anfitriones de lo más amables. Esta fue la oportunidad perfecta para que Pelagia Kolotouros presentara la ropa de noche, una primicia para la Maison francesa, que se distinguía por el uso de un verde intenso y profundo con la etiqueta "Varech". Tejidos brillantes, cinturas bajas, escotes, siluetas fluidas, paneles transparentes, vestidos largos y joyas preciosas… los códigos de la moda nocturna de la década de 1925-1930 se reinterpretaron con estilo y se coronaron con bordados, la artesanía más lujosa de la época. Así como el punto decorativo definía los looks de día, las piezas de noche brillaban con detalles superficiales: un moderno vestido de tul de inspiración flapper bordado con cuentas de vidrio, un cocodrilo semisumergido pero brillante, un guiño al movimiento Art Déco. Pequeñas pistas de tenis elaboradas con cristales evocaban patrones exclusivos de encaje de guipur. Frescos e ingeniosos, estos adornos honraban la herencia de Lacoste con un toque surrealista. Lejos de ser meros detalles, completaban un vestuario que fusionaba a la perfección la sastrería con la ropa deportiva, la elegancia francesa con la comodidad, tan audaz como el propio René Lacoste.
“Una invitación” llegó a su fin con Pelagia Kolotouros agradeciendo a sus invitados, continuando así a escribir un nuevo capítulo en la Maison. La historia de Lacoste, que garantiza que la época dorada de la modernidad se sienta tan vibrante como siempre.
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