En la década de 1920, el prodigio del tenis René Lacoste no tenía idea de que unos años más tarde estaría al frente de lo que se convertiría en una marca legendaria. El campeón fue un genio. Él y sus compañeros de equipo fueron apodados los "mosqueteros" y llevaron el tenis francés a nuevas alturas. Tras su victoria en Nueva York, el estadio Roland-Garros fue construido entre 1927 y 1928 para acoger la final de la Copa Davis... así como para sus espectadores, que acudieron en masa. René Lacoste brilló con su talento y causó una impresión duradera con su aspecto único. "Jugar y ganar no son suficientes", afirmó. "También debes dominar tu estilo". Y estilo tiene. El tenista que pasaría a la historia por cortarse las mangas de la camiseta para liberar sus movimientos aún no había inventado el polo, pero ya encarnaba audacia y elegancia en todos sus partidos. Elegante, con un toque especial.

En 1971, Lacoste se convirtió en patrocinador oficial del Open de Francia, justo cuando el vestido de tenis con cocodrilo se estaba convirtiendo en sinónimo de elegancia. Hasta el punto de desdibujar la línea entre la cancha y la ciudad.

Creando prendas de tenis que combinan inventiva y elegancia francesa. Diseñando un código de vestimenta innovador centrado en el rendimiento, el ajuste perfecto, el diseño y el mejor tejido. Ésa es la voluntad de Lacoste. Sorprender dentro y fuera de la cancha, siguiendo siempre los pasos de René Lacoste.

Hoy en día, los cocodrilos del Abierto de Francia se pueden encontrar tanto en las gradas como en las canchas de arcilla. En cuanto a los espectadores, la comunidad de aficionados de Roland-Garros ha sido fiel al polo de cocodrilo a lo largo de generaciones. En la cancha, no hay un solo campeón de Lacoste que no afirme contar con el increíble espíritu de lucha y el estilo legendario de René. Con Lacoste X Roland-Garros, prueban sus equipaciones llevando al límite su tecnicismo, prendas que les acompañan durante todos los partidos. Desde Novak Djokovic hasta Daniil Medvedev, el cocodrilo acompaña cada hazaña con una obsesión por la ropa que optimiza la libertad de movimiento combinando deporte y moda. Con su diseño vanguardista, detalles modernos y líneas atrevidas, el Abierto de Francia es, como lo fue en 1928, un magnífico escaparate del estilo del tenis.